Utilizar un lenguaje positivo puede transformar nuestras vidas, ya que nos ayuda a mejorar nuestra forma de comunicarnos, las relaciones que tenemos con los demás y de algún modo, influye también en la manera de concebir el mundo. De hecho, también tiene el potencial de cambiar cómo nos sentimos y orientarnos hacia la felicidad.
A diario nos quejamos y criticamos aquello que nos incomoda. Si hace frío, si llueve, si tenemos que esperar grandes colas en el banco o en el supermercado, si tenemos mucho trabajo, si no nos gusta la comida… De esta manera, concentramos toda nuestra energía en lo que nos molesta, es decir, nos enfocamos en lo negativo y nos hacemos más difícil la tarea de cambiar aquello que nos desagrada.
Ahora bien, si utilizamos un lenguaje positivo, las posibilidades se abren a nuestro alrededor y esto afectará a nuestro cerebro. De hecho, si le enviamos mensajes positivos, este responderá de forma diferente que si nos repetimos afirmaciones desagradables. Por lo tanto, si nuestros pensamientos son ricos y afirmativos, nuestras probabilidades de llevar una vida feliz se incrementarán.
Las palabras tienen un gran poder. Son capaces de lograr un efecto inmediato en nuestro estado de ánimo e incluso, de perdurar en el tiempo y quedarse instaladas en la mente y en el corazón. Piensa por ejemplo en algún momento de la semana en el que te sentiste bien por algo que te dijeron o recuerda aquellas palabras que tanto te dolieron de esa persona.