El envejecimiento de la población es indiscutible. La senectud es un factor de riesgo para sufrir tanto demencia como deterioro cognitivo leve, es decir, un estado intermedio entre el envejecimiento normal y la demencia. Asimismo, el envejecimiento normal conlleva de por sí una mayor probabilidad de que las funciones intelectuales como la memoria, la concentración o la capacidad de aprendizaje se deterioren.
La buena noticia es que existen estudios que demuestran que este declive de las funciones mentales asociado a la edad puede prevenirse mediante técnicas de estimulación cognitiva.
¿Qué es la estimulación cognitiva?
Son un conjunto de actividades que tienen los siguientes objetivos:
- mantener y estimular las capacidades mentales;
- favorecer la autonomía personal en las actividades de la vida diaria;
- fortalecer las relaciones sociales;
- potenciar la autoestima;
- mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
Los ejercicios de estimulación cognitiva emplean tareas como la lectura y la escritura, el cálculo, el reconocimiento de imágenes, la estimulación del lenguaje (por ejemplo, jugando a las palabras encadenadas o completando refranes), la realización de manualidades, etc.
Estas terapias han demostrado tener beneficios en el envejecimiento normal y en el deterioro cognitivo leve, y también —aunque de manera más sutil— en las demencias, como, por ejemplo, el alzhéimer.
¿Cómo se aplica la estimulación cognitiva?
Existen infinidad de ejercicios para estimular la mente en función del grado de deterioro de las capacidades mentales: no es lo mismo usarlos para prevenir un deterioro en personas mayores sanas que en aquellas que ya tienen algún grado de demencia. Por supuesto, se debe tener en cuenta el nivel educativo de la persona: no tendría sentido utilizar ejercicios de escritura en alguien que nunca ha aprendido escribir.
Por otro lado, también en función del nivel de deterioro cognitivo, los ejercicios pueden realizarse con la ayuda de personal cualificado —en sesiones individuales o pequeños grupos, con el apoyo de algún familiar o cuidador debidamente entrenado, o bien en solitario.
En cualquier caso, todos los programas de ejercicios tienen algunas características comunes:
- Se deben alternar actividades que estimulen diferentes funciones cognitivas, como atención, memoria, lenguaje o cálculo, y no trabajar siempre sobre la misma.
- La duración recomendada es de 60 minutos por sesión, al menos cuatro o cinco días a la semana. Puede ser necesario acortarla si el paciente se fatiga antes. Es mejor realizar sesiones cortas pero frecuentes que largas pero esporádicas.
- Se recomienda comenzar la sesión con tareas sencillas, para que el paciente se anime al ver que es capaz de realizarlas. Poco a poco se aumenta la dificultad y se termina también con tareas fáciles.
Además de los ejercicios especialmente preparados para los programas de estimulación cognitiva, el día a día también brinda múltiples oportunidades que deben aprovecharse para favorecer la autonomía y estimular la mente: tareas domésticas, actividades lúdicas como jugar a las cartas o ir al cine, conversar sobre la actualidad, etc.
Es un hecho que cada vez vivimos más tiempo, así que todos nuestros esfuerzos para envejecer con la mente en forma merecerán la pena.